cuentos para llegar, leer en un minuto y largarse... te queda la vida para pensar y crear el tuyo.

*todos los cuentos son originales del autor del blog, y tienen derechos de autor.

lunes, 5 de enero de 2009

inferno*

Como uno de los muchos nacidos en los inicios de la década de los setentas, en un país tercermundista, tuve que usar pañales de tela y comer puré preparado en mi propia casa. Punto a mi favor.
En mis primeros años, los "lunch" venían cubiertos por su propia cáscara, biodegradable, aunque en esa época nadie usara el término.
Colegio un poco diferente, ya que aparecieron las primeras bolsitas de snacks fritos, y también eran de alto consumo las funditas que comprabas a la salida, llenas de cualquier tipo de grano medianamente digerible, como mote, o chochos.
En la universidad, el problema no pasó de amarillas fundas de hamburguesa y papas fritas, y unos cuantos envases plásticos de refrescos.
El problema grave vino luego de la universidad, al empezar a trabajar en la ciudad más grande que tenía cerca, y que para mala suerte era también la capital de la Republiquita bananera de tercer mundo, y por lo tanto tenia una avidez increíble para ganar "Status" y "modernización".
Llegaba a la oficina de apuro, sin desayunar y pensando en los cuadros y balances que tenía que entregar. En la parte baja del edificio, compraba un café con crema y un pan con queso (a esa altura de mi vida ya le decía - Un sangüich, por favor. automáticamente). A media mañana, una fundita de papas y una botella de agua sin gas para conservar la línea. A medio día, lunch con los compañeros, algo simple y en platos desechables, y a las 4, de salida, un refresco.
Resultado? Dos vasos, una funda, una botella, plato desechable, cubiertos y una pequeña cantidad de papel.
Fin de semana, casi la misma dosis con pocas variaciones.
Eso por los primeros diez años. Luego, al mejorar y cambiar de puesto, también subí de categoría, por lo que los platos del lunch ya no fueron desechables. Punto a mi favor.
El resto ser mantuvo casi igual.
Para esa época, ya habían desaparecido las botellas de vidrio, y todo se usaba en aséptico envase plástico.
Lo normal de una vida, nuevo trabajo, matrimonio, hijos, viajes. Todo con su respectiva carga de basura.
Engrosé un poco, y con el poco ejercicio que hacía, terminé aún joven (eso decían las visitas), confinado en un hospital varias semanas debido a un pequeño infarto de miocardio.
Eso cambió un poco mi modo de vida. Ahora pedía el café sin crema.
A mi segundo infarto, solo estaba preparado con un mejor chiste para las visitas en el hospital.
Nunca lo pude decir a nadie.
Bueno, luego de la muerte, a uno le cambia la vida. Esperaba cualquier cosa que me de un merecido descanso, ya que modestia a parte, me había portado bastante bien durante todo mi transcurso por el mundo.
Cuando me encontré a las puertas de lo que pensaba era el merecido paraíso que me había ganado (olvidé comentar que asistía devotamente a la iglesia, y cumplí a cabalidad todos los ritos y obligaciones), solo vi una gran luz a medida que se abrió la gran puerta.
Ahora, ya sin la gran luz, puedo ver la montaña de basura que dejé a mi paso por el mundo. Aun queda una marca de todo lo "biodegradable" que usé. Lo que me preocupa son las dichosas fundas y botellas. La montaña, que mide lo que un edificio de 4 pisos, no da trazas de desaparecer. Ya he pasado aquí 223 años, y siguen tal cual llegué. Las amarillas funditas de hamburguesa por lo menos me traen buenos recuerdos de la universidad. Recuerdo la coca-cola por los vasos rojos (el logo desapareció hace unos 50 años).
Pero el resto...
Espero se cumpla lo que decían cuando estaba vivo, que las fundas se degradan a los 500 años.
Las botellas me preocupan, 1.000 años...
El tiempo aquí pasa lento, igual que en la tierra. Lo agobiante es no tener más que hacer, que observar como se degrada o se destruye esa montaña de basura que hice cuando estaba viviendo.
Me gustaría saber como les va en el mundo, ya que aunque yo, en mi pedacito de infierno me he acostumbrado a ver mi montaña de basura, hasta que desaparezca y me permitan salir, no tengo cerca a la basura de los demás, de los que están aun vivos.
Vivos?
Si. Creo que así se les decía.


* Otro cuento basado en una buena idea de la ale.

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